jueves

Juegos de guerra

En veinte salas de la Escuela de Guerra Naval, los aspirantes a comandante de buque deben atravesar cruentas batallas, lidiando con un clima intempestivo y el más impiadoso de los enemigos: la inteligencia artificial. El juego no sólo permite entrenar a futuros soldados, sino que también es usado por funcionarios del Gobierno para adiestrarse en el manejo de crisis internas y externas.



El mar se presenta muy picado frente a la isla Brava cuando apenas asoma el alba. Un fuerte aguacero empapa a los infantes que están en la cubierta. Hay mucho pesto, tal vez nos salvamos que nos descubran pronto, piensa el comandante de la flota de cuatro destructores y dos corbetas. Tiene veinte años en el mar, pero éste será su verdadero bautismo de fuego.

Las cuatro compañías comienzan a subir a las lanchas de desembarco y todavía el enemigo no da señales de vida. Dios, dame diez minutos de oscuridad para que puedan establecer una cabeza de playa, ruega para sí el comandante.



De repente, el pandemónium. Un misil tierra-mar da de pleno en una de las corbetas Meko ubicada a estribor. El golpe es demoledor y certero. En el mismo instante, todo el infierno se abate sobre los primeros infantes de marina que habían podido llegar a la playa. La peor pesadilla que podía imaginar el comandante se hace realidad en segundos.

Deja de observar los mapas que aparecen en la computadora y que reflejan una derrota sin sangre ni gritos, y sale del cuarto donde estaba a media luz y se fuma un cigarrillo para aliviar la tensión.

Pero el capitán no estaba en alta mar, sino en el barrio de Núñez, en la Capital Federal.

Nada había sucedido en la realidad, sino que se trataba de un juego de guerra de los que se realizan en la Escuela de Guerra Naval de la Armada Argentina.

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